La ética como problema en Venezuela: historia, ciencias y valores. Es una publicación bajo el auspicio de la Fundación Sivensa, quien se llevó a cabo durante el mes de enero, en el ciclo de conferencias Ética e Institucionalidad en Venezuela: una reflexión previa al año 2000, debate que contó con la participación de destacadas personalidades del ámbito comunicacional e institucional venezolano.
Esta publicación consta de un resumen, la introducción y por muchos aspectos importantes abordados por el autor como:
- Dos métodos: historia y fenología.
- El hecho y la totalidad.
- Europa y nosotros.
- Los valores y la política.
- Pensamiento y libertad.
- Libertad política y libertad filosófica.
- Moral y teología.
- Integración de la libertad subjetiva (La Moral) con la libertad objetiva (La Eticidad).
- Se corresponde nuestra eticidad con nuestra historia.
- La moral y lo ético: unidad y conflicto.
- Conflicto entre lo singular y lo universal.
- Diferencia y universalidad.
- Nuestra historia esta en el futuro.
Eduardo Vásquez escribió en este clarificador artículo, utilizando la fórmula hegeliana quien afirma que lo que es racional es real y lo que es real es racional. Esto no es más que el desarrollo de la moralidad kantiana, aunque superando los límites que Kant había puesto a la realización del pensamiento. Compartiendo la idea de que Hegel comprende y reacciona ante la limitación subjetiva que parece tener la realización de la moralidad racional en Kant y de que ciertamente, respecto a su formulación teórica, hay una superación a través de la objetivación en las instituciones sociales y el Estado.
En el estado de eticidad descrito por Hegel, la universalidad de las instituciones sociales es una con la particularidad de las conciencias individuales. La eticidad requiere la identidad absoluta del pensamiento, sin expresión de determinaciones particulares. Es la conciencia infinita realizándose, a través de los individuos, pero sin diferenciaciones.
En la eticidad está el individuo de un modo eterno; su ser y su hacer empíricos son absolutamente generales; ello es así porque lo que actúa no es lo individual, sino que es el espíritu general y absoluto el que actúa en lo individual.
La vida ética entonces no pertenecería a cada ciudadano sino a un concepto que los supera en fuerzas y los abraza. Por supuesto, se hace la aclaratoria de que el término pueblo no se refiere a un simple conglomerado sino a un grupo de individuos que se encuentran en relación social. Sin embargo el agente moral es impersonal y aquí radica el asunto problemático: ¿cómo existe la práctica ética sin fundarse en la libertad y la voluntad individual?
Se supone que cada individuo se identificará por completo con el pensamiento ético colectivo y aún en los momentos en los que se presentasen intentos de separación, existiría reconocimiento de los parámetros éticos sociales y por tanto eventual sumisión de los individuos. No se quiere cuestionar aquí si es posible lograr que el colectivo acepte el valor de las normas morales sociales y las acate. Tan sólo preguntarse cómo se lograría el movimiento de identificación total de la voluntad subjetiva a la voluntad objetiva. Ya que el pueblo es expresión de la identificación total, sin distinciones sociales, de cada individuo con todos los demás, igualdad absoluta que se reconoce porque se le muestra a cada uno de manera inmediata en el pensamiento. No se trata de alguna elaboración racional a través de argumentos para sostener el estado ético sino de una intuición, una vivencia en la que todos nos reconoceríamos como iguales.
En general se puede señalar que lo que caracteriza este momento en cuanto a enfrentamientos, virtudes, trabajo, economía, entre otros, es la ausencia de personalismo. En oposición a la eticidad relativa que percibe las virtudes como ideales personales, la eticidad absoluta no muestra esas diferenciaciones. El sujeto es siempre el pueblo y no los individuos.
El individuo no puede alcanzar a pensar todos los elementos del sistema ético que lo incluye, ni tiene el poder para influir en la transformación de éste en función de sus determinaciones individuales. En todo caso, la clase social a la que pertenezca el individuo es la que le permite tener cierto lugar en el mundo ético; y por tanto, aquellas relaciones sociales que no puedan ser formalizadas de manera universal, no se identifican como estratos sociales.
El segundo momento es el devenir del Gobierno y éste se presenta como dinámica entre diferencias. Aquí lo universal podría distinguirse de las determinaciones particulares pero sólo para luego ser superadas en el gobierno absoluto. Podríamos decir que este momento representa la vivencia plena de la constitución del Estado, pues Vásquez refiere una total identificación entre el poder que ejerce el Gobierno y la vida ética de los individuos. Es la conciencia ética absoluta, conocimiento y cumplimiento, sin reservas, de la ley.
Un pueblo no está vinculado a su palabra, a sus actos o a su voluntad, pues todo ello ha surgido de su conciencia y de la singularidad, sino que, más bien, el gobierno absoluto es divino, está sancionado en sí y no se encuentra hecho, sino que es sencillamente lo universal. Pero toda actividad que se dé en este gobierno provendría de la libertad y de la voluntad.
Esta última proposición es la que nos parece no puede ser establecida, pues no parece posible que se realice la identificación de las voluntades individuales con una voluntad absoluta, sin el peligro de la represión a las subjetividades.
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